Bueno, en esta ocasión voy a compartirle una experiencia que al principio no me era del todo atractiva, pero que al final fue bastante gratificante.
Hace poco estuve en Guanacaste, por una gira del curso de Sociología Rural de la universidad. Apenas supe que se estaba organizando una gira a ese lugar me desilusioné un poco (¿por qué?, no lo sé exactamente), no me gustaba la idea del todo. Pero bueno, al final me resigné.
Y ya el viernes, que empezaba la gira, todo empezó mal: un retraso de 2 horas por parte del encargado del transporte. Algo andaba mal...
Pero en fin, estas líneas no están aquí para desarrollar toda una crónica del viaje, que va... Capaz que luego usted se aburre y bueno, mi deber es tratar de evitar eso precisamente.
El punto es que siento como que si hubiera estado en otro planeta, o en otra dimensión. Fue mi primera vez en Guanacaste, y también mi primera vez en una zona tan rural como esa.
Digo en otra dimensión porque es muy interesante ver como se vive en zonas como esa. Ahí el ritmo de la vida es distinto, y el tiempo parece perder su (a veces) reconocida rapidez citadina: el aire pesado, el calor minando el cuerpo, los mosquitos acechando por doquier, el polvasal que se queda estático por minutos en el aire cuando un carro pasa cerca, etc.
La gente de esa comunidad (Falconiana, se llamaba...) es pobre, el trabajo escasea tanto como el frío. Sobreviven ya sea por medio de la agricultura de subsistencia o por medio de la caza.
Aunque es evidente que el lugar en si carece de muchas cosas que la ciudad tiene de sobra hay una que vale más que todo lo demás: la humildad de sus pobladores. Y eso, ¿qué cosa escasea más que eso en estos días?...
Hace poco estuve en Guanacaste, por una gira del curso de Sociología Rural de la universidad. Apenas supe que se estaba organizando una gira a ese lugar me desilusioné un poco (¿por qué?, no lo sé exactamente), no me gustaba la idea del todo. Pero bueno, al final me resigné.
Y ya el viernes, que empezaba la gira, todo empezó mal: un retraso de 2 horas por parte del encargado del transporte. Algo andaba mal...
Pero en fin, estas líneas no están aquí para desarrollar toda una crónica del viaje, que va... Capaz que luego usted se aburre y bueno, mi deber es tratar de evitar eso precisamente.
El punto es que siento como que si hubiera estado en otro planeta, o en otra dimensión. Fue mi primera vez en Guanacaste, y también mi primera vez en una zona tan rural como esa.
Digo en otra dimensión porque es muy interesante ver como se vive en zonas como esa. Ahí el ritmo de la vida es distinto, y el tiempo parece perder su (a veces) reconocida rapidez citadina: el aire pesado, el calor minando el cuerpo, los mosquitos acechando por doquier, el polvasal que se queda estático por minutos en el aire cuando un carro pasa cerca, etc.
La gente de esa comunidad (Falconiana, se llamaba...) es pobre, el trabajo escasea tanto como el frío. Sobreviven ya sea por medio de la agricultura de subsistencia o por medio de la caza.
Aunque es evidente que el lugar en si carece de muchas cosas que la ciudad tiene de sobra hay una que vale más que todo lo demás: la humildad de sus pobladores. Y eso, ¿qué cosa escasea más que eso en estos días?...
Mae, realmente pensándolo bien, no sé, yo creo que yo lo haría mejor en un lugar como ese. No sé, el ritmo de vida de la ciudad me tiene un poco harto, siento que yo no soy tand e aquí y más de allá. Seré de otra dimensión? No sé, pero realmente me gusta más la otra dimensión donde todo es más humano.
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